Estaba bajando la basura cuando recibo una llamada de una compañera de Cáritas. Me llama agobiada porque necesitaban a una persona para que les ayudase al día siguiente y me suelta un: ¿qué tal vas de informática? . Pues…. depende, según para qué.
Me pasa con otra persona y así rápidamente me cuenta el tema y me habla de streaming, de cables, conexiones, programa piloto, búsqueda de empleo….
bueno, ¿y yo qué tengo que hacer de todo ello?
TODO, yo estaría en Madrid y tú desde allí tendrías que montarlo todo, vigilar la conexión, estar en contacto conmigo para decirme los fallos, atender a la gente….
¿todo? ¿sería yo capaz de hacerlo? por un momento iba a decirle que no, que le agradecía que contase conmigo pero que mejor lo hiciera otra persona, que eso era algo nuevo para mi, igual lo estropeaba, esto y lo otro.
En medio de esos pensamientos negativos de repente tuve la sensación de que esa persona que me estaba llamando era un medio y que tras ella era en realidad el Padre quien me pedía ayuda y de inmediato mi actitud cambió. Dejé de ponerme excusas y acepté la propuesta sin saber realmente a que me estaba comprometiendo.
Esa negatividad hacia mí la transformé en confianza hacia el Padre. Cierto, no sabía pero ¿no me había dicho la persona del teléfono que me iba a enseñar, que no me preocupase si algo fallaba?
Dije sí, acudí, aprendí, algún fallo hubo, pero nada que no se pudiera ir resolviendo sobre la marcha. Volví encantada de la experiencia.