Acabo de leer una frase que me ha hecho pensar:
«Es el santo, el apóstol, que de suplente pasó a titular».
Según lo he leído he recordado aquella frase que decía «conviene que yo me vaya….»
Hay que reconocerlo. Se vive mejor siendo hijo que padre. Sobre todo si te lo dan todo hecho y no te dan ninguna responsabilidad.
Se está más descansado en el banquillo que corriendo tras el balón. Evitas, además, caídas, lesiones, insultos. …
Por muy bueno que sea el titular, el que está en el banquillo no se puede quedar mirando como juegan los demás eternamente. Ha de saltar al campo de juego e ir aprendiendo junto a los demás compañeros y, llegado el momento, hacer el relevo.
Por muy bueno que fuera Jesús, en un determinado momento, se retiró dejando el relevo a los apóstoles para que siguieran el camino que junto a El habían aprendido y a la par se lo enseñaran a los que detrás venían.
No desaparece el Padre. Se retira para que el hijo madure y crezca.
La relación entre ambos continua pero ahora es el hijo quien salta al campo y el padre quien, desde las gradas, observa y vigila.
Tras la jugada, juntos se reúnen a comentar el partido.