Con razón, te buscaba y no te encontraba.
Pensaba que seguías clavado en la cruz.
Miraba, más no te hallaba.
Fui al hospital, me alegré, te encontré.
Postrado en la cama estabas. Dolorido, me mirabas.
Esta vez, no di un beso al madero, en la cara, te besaba.
Apareció un sacerdote. Me habló. A través de él sentí que tus palabras me llegaban.
En verdad, en verdad, ya no estás en la cruz. Resucitado, con nosotros te quedaste.
En el enfermo, en el sano
En el sacerdote, en el laico
Joven, anciano. En el peque de la casa, en el padre, en la madre.
En todos te haces presente.
De muchas formas sales a nuestro encuentro.
Danos en estos días ojos y oídos renovados para que sepamos reconocerte.