Por favor, por favor ¿podría decirme cómo iba la protagonista vestida?
Llegué tarde al desfile y no la vi entrar
– Pues la verdad, no lo sé. No me fijé muy bien
– Por lo menos, sabrá lo más importante, lo que nos ha tenido en vilo durante meses ¿De quien iba vestida?
– ¡ah! Eso sí lo sé. Iba vestida por Dios.
– ¡De Dior querrá decir!
– No, no. Escuchó bien la primera vez. Convencido estoy que «su modisto» era Dios. Supongo que, por ello, no le puedo decir si el vestido era largo o corto, ni la altura de los zapatos, tampoco sé si llevaba joyas o un simple collar.
Tenia el rostro tan sereno, transmitía tanta paz que, la verdad, tan sólo me fijé en su cara, en su mirada.
Sí, seguro. Esos ojos que tenía, delataban a su sastre. Sin duda, fue Dios quien se encargó de ello.
– ah, ¡vaya!. Ese modisto debe ser nuevo ¿sabría decirme dónde tiene su taller? Me gustaría conocerle.