En la película “Los milagros de Jesús” María le dice a su hijo: “ No quiero ver que te vayas pero, en mi corazón, sé que es hora de que cojas tus herramientas y hagas el trabajo de Dios”.
Es hora de partir, se va Jesús, pero, al marcharse ¡no lleva nada¡ Se ha dejado sus herramientas. Su madre le dijo que las llevara consigo pero en el taller se ha quedado la sierra, el taladro, el martillo …
No, no ha sido olvido. Nada de eso necesitaba para hacer «el trabajo de Dios». Eran otras las herramientas que utilizaría de ahora en adelante: su corazón, su mirada, sus manos, sus pies. Su persona y la fe era lo que iba a emplear.
¡Lanza la red¡ le dice a Simón Pedro. A regañadientes y refunfuñando, Pedro obedece, vuelve al mar. Jesús , dice. Pedro, hace.
Jesús va de pueblo en pueblo enseñando en parábolas. Jesús , camina , los demás tras oír sus relatos, sacan la luz escondida, echan sal a la comida sosa…
¡No tienen vino! se oye decir. Jesús, escucha a su madre, los sirvientes se encargan de rellenar las tinajas
Jesús toca al leproso, toca a la niña de Jairo, toca al paralítico. Todos ellos recobran la vida. Agradecidos y asombrados van corriendo a contar lo sucedido
Jesús siente que alguien le toca el manto, mira a la mujer: “ no temas “ le dice mirándola a los ojos. “Tu fe te ha sanado”.
¿Quien es este personaje que “sin herramientas” va transformando la vida de todo aquel que se cruza en su camino?.
40 días tenemos para descubrirlo si nos ponemos a la escucha, si prestamos atención.
40 días para dejarnos convertir. Seguramente no lograremos transformar agua en vino (ya nos gustaría) pero si logramos cambiar una lágrima en sonrisa aunque sea con un vaso de agua ya es un buen principio.
Si lográramos transformar nuestro corazón imitando al de Jesús, sería fantástico, para nosotros y para quien se cruce en nuestro camino