Aprendiendo francés

Estuve en África este verano. Vine fascinada pero, a la vez, algo triste. No entendía lo que me decían, no me podía comunicar. Me puse como propósito aprender francés.

¿Cómo empezar? ¿Cómo enfrentarse a algo totalmente desconocido para uno?.

Organización y planificación desde el principio, pensé. Unos buenos apuntes para poder estudiar. Desde el primer día me propuse apuntar todo aquello que no entendía, es decir, todo. Todo era nuevo, nada sabía, todo lo apuntaba

Teofila_descalza_ (6)Pronto me di cuenta que aquel método me llevaba mucho tiempo. Apuntar cada palabra, escribir cómo se pronuncia, su significado e, incluso, usar dos colores: azul para las palabras masculinas y rojo para las femeninas. No me importaba, con tal de aprender, emplearía el tiempo que hiciese falta.

¿Qué ocurrió? Pues que tanto tiempo empleé en ello que descuidé otras facetas. Llegó el día del examen y la parte escrita, la teoría, la tenía perfecta pero la comprensión oral fue un desastre. No era capaz de entender lo que escuchaba, iba demasiado rápido para mí.

Además, cometía un error, bueno muchos, pero uno en concreto. Pretendía ir traduciendo al español lo que escuchaba con lo cual me perdí del todo. En el tiempo que escuchaba un número (iba de números la cosa), lo traducía y lo escribía ya la cinta había dicho otros tres .

¿Qué hacer? Empezar de nuevo. Buscar otro método. Ante todo, hacer caso de aquel que sabía, de la profesora. Recordé sus consejos:

“Ahora, al principio, no pretendáis entender el significado de todas las palabras ni de porqué se escriben de una forma u otra. Lo más importante es la pronunciación. Al ser sonidos diferentes es importante que os acostumbréis a ellos para que, al escucharlos, los sepáis identificar. Con el tiempo, ya iremos estudiando la gramática, el por qué de las cosas e iremos viendo vocabulario.Poco a poco. No os agobiéis y no queráis saberlo todo de golpe. “

Lección aprendida. Vuelta a empezar. Dejé el diccionario y me dediqué a escuchar. Cogí una de las canciones que escuchábamos en clase y con la letra impresa intentaba seguir la canción pero también me resultaba costoso y dificil ¿por qué?.

Porque en francés no se pronuncia igual que se escribe.

No, tampoco ese sistema me valía.

Ni diccionario, ni papel. Me dediqué únicamente a escuchar. Mientras trabajaba, o mientras hacía la comida o cuando iba en el coche, iba escuchando francés, sobre todo canciones. Esta semana, en concreto, me he dedicado a escuchar una de las canciones oídas en clase : “Je l’aime à mourir”

Y ¿qué ha pasado?. Pues que sorpresivamente ayer mientras trabajaba y escuchaba la canción, de sopetón, me puse a cantarla.

No entendía nada de lo que decía, pero la había hecho mía y era capaz de cantarla. Entera no, pero algo sí. Ya era un principio.

Después cogí el papel y me resultaba mucho más fácil la lectura.

Había necesitado interiorizarlo para poder expresarlo. Ahora que me había familiarizado con los sonidos todo me resultaba más fácil.

Ya sabía de qué iba la cosa, ya podía continuar. No era imprescindible comprender para avanzar, lo importante era apasionarse con el idioma .

Pues todo esto que estoy descubriendo con el francés pienso que pasa igual con ese otro desconocido: Jesús.

Nos pasamos la vida intentando comprender, queremos saber el por qué de todas las cosas, queremos tener el control de todo y como no entendemos nada, no hacemos el esfuerzo, directamente lo rechazamos.

El proceso es el inverso. Hay que sentirle en el corazón. No importa que no le entendamos, lo que importa es que le sintamos, que nos apasionemos, sobre todo, al principio.

Lo demás, vendrá después.

 

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